* Diplomáticos de Colombia señalan que «el ELN ha utilizado cada vez más a Venezuela como lugar de refugio”.
En lo profundo del noreste de Colombia, entre caminos rústicos y colinas bordeadas de plataneras, una nueva ola de violencia ha obligado a miles de familias a huir de sus hogares. En cuestión de días, al menos 80 personas han muerto y más de 54.000 han sido desplazadas en medio de la lucha entre dos grupos rebeldes que se disputan el territorio.
La paz, tan anhelada durante décadas, se ve una vez más desmoronada por disputas de poder, narcotráfico y acuerdos incumplidos.
La sombra de Venezuela se proyecta sobre este conflicto. El Ejército de Liberación Nacional (ELN), nacido en la década de 1960 en Santander, Colombia, ha encontrado en el país vecino un refugio seguro. Sus filas han crecido hasta alcanzar unos 6.000 combatientes. Para muchos analistas y diplomáticos, la crisis venezolana no solo ha desestabilizado a su propia nación, sino que ahora aviva el fuego en Colombia.
El presidente colombiano, Gustavo Petro, ha sido tajante: «Esto es un problema de soberanía nacional. El ELN se ha convertido en una fuerza extranjera que ha invadido Colombia». Sus palabras reflejan la creciente tensión con su homólogo venezolano, con quien alguna vez tuvo una relación cercana, pero que en los últimos meses se ha deteriorado significativamente.
El enfrentamiento entre el ELN y el Frente 33 ha sumido a la región del Catatumbo en el caos. Durante años, ambos grupos compartieron el control de esta zona estratégica, rica en cultivos de coca, pero el frágil equilibrio se ha roto.
La ofensiva del ELN para desbancar a su rival ha desatado una espiral de muerte y desplazamiento que amenaza con sepultar la ambiciosa promesa de Petro de alcanzar una «paz total» en Colombia.